CAPÍTULO V:
RIBADESELLA – GIJÓN (84 kms. Y 1.805 mts. De desnivel)
Al levantarnos en el albergue de
Ribadesella flipamos todos en colores ya que el panorama era “progre total”,
algo para lo que un cantibiker no está preparado (baños mixtos, tíos y gachises
en bolas por las duchas y cagaderos….). Una vez adaptados al entorno nos
lavamos la cara y los sobaquillos y nos vamos a desayunar para después volver
tranquilamente dando un paseo con la intención de eliminar peso corporal. Como
si de una entrada en boxes se tratara Valladares y un servidor nos ponemos a
ello cuando de repente oigo un chillido de chica seguido de una súplica
pidiendo papel “palculito”; nuestro querido amigo había tenido un fallo en la
estrategia y me veo obligado a pasarle un cachito por arriba; este me replica
que es poco y le doy un trozo más grande; esta vez queda conforme. Después de
esta agradable anécdota bajamos al encuentro de los compañeros para coger las bicis
y proseguir nuestro viaje.
Nos hacemos unas fotos en el
paseo marítimo del lugar y partimos a través de caminos playeros que incluían
reventones tipo Rio Chico, lo cual siempre viene bien a primera hora. Una vez
pasados dichos reventones la ruta fue bastante cómoda hasta Caravia, donde nos
paramos a Redesayunar en una terracita frente al mar.
Una vez terminados los bocatas
nos ponemos de nuevo en marcha a trote cochinero, cuando de repente, en un
tramo de carretera, un grupo de Yayos en flacas que también estaban haciendo el
camino nos adelantan, esto despierta los instintos más básicos de nuestro presi
que enseguida pone a su guardia pretoriana a trabajar para darles caza;
Rodríguez se pone en cabeza a tirar y como el resto somos veletas le seguimos a
toda hostia, la persecución se culmina con una lijada, seguida de una maniobra
de evasión digna de la patrulla águila por el primer camino que encontramos a
la derecha (efecto bomba de humo). De esta manera el orgullo del grupo queda
intacto ya que eliminamos cualquier posibilidad de una réplica por parte de los
yayos.
Esperamos agazapados en una calle
escondida del pueblo un tiempo prudencial para no volver a encontrárnoslos y
proseguimos ruta; Lo primero que nos encontramos es un puertaco del 10, que
corta de raíz las chanzas y el cachondeo del grupo tras la “lijada cobarde”.
Una vez solventado el obstáculo y por indicaciones de Esteban que para esto
tiene un instinto innato, bajamos (bajada traicionera de 5 kms.) a la Playa
España, una cala espectacular con un chiringuito (IPANEMA) a la altura del
paisaje en el que dimos buena cuenta de unas excelentes
hamburguesas regadas con sangría de cava y servidas por una estupenda y quedona
camarera con tatuaje en trasero incluido. Tras la sobremesa comenzamos a subir
la antes bajada; ahora cuesta, de 5 kms. Javier sube como una exhalación
gracias al chupito de hierbas que se había pimplado hasta que a mitad de cuesta
pega el petardazo. Rodríguez y Valladares, tirando de galones y experiencia se
enganchan a un camión que pasaba en ese momento y les remolca hacia arriba
dando una lijada Berni y a Esteban que subían tranquilamente hablando a golpe
de riñón.
Una vez coronamos todo el grupo
nos ponemos en marcha de nuevo y al poco rato divisamos Gijón desde un alto y
nos lanzamos en busca de Gallu que ya nos esperaba en el hotel; Nos organizamos
para lavar la ropa en casa de Diego y luego nos fuimos a dar un baño a la playa
donde tenemos que sujetar entre varios a Víctor para que no se tire de golpe al
agua. Los únicos que nos bañamos fuimos: Rodríguez, Esteban, Berni y un
servidor; las chicas no se atrevieron.
Tras el baño nos vamos al hotel
para ducharnos e ir a cenar el cachopo más grande que jamás habíamos visto en
la “Sidrería El Carmen” por la que aparece el primo del Presi con un pedazo de
empanada espectacular.
Después de la opípara cena, Gallu
insiste en ir a tomar un chupito pero nos hacemos los suecos y nos vamos a
dormir. A Javier le toca dormir con Diego ……..NO DIGO MÁS.
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