Amaneció en nuestras cabañas un poco tarde por el festival que vivimos el día anterior.
"Villa Risueña", habitada por Berni, Estevez, Víctor y Javier.
Y "Can Coral", con ilustres huéspedes como El Presi, Juan Carlos, Nacho y Rodríguez.
El toque de diana viene acompañado de las risas nerviosas de Estevez y Javier, al recordar los miedos que pasaron en el tramo nocturno de la ruta del día anterior. También descubrimos que Nacho, nuestro fiel roncador, esta falto de cariño y hay que prestarle una atención especial por las mañanas.
Así que a las 8:30, y ataviados con nuestras mejores galas, a excepción de Berni, que os deleitó con unas chanclas impropias de un "Cantibiker", nos dirigimos a atemperar nuestros famélicos estómagos a la cafetería del camping. Son las 10:00 am y nos disponemos a dar comienzo a la segunda etapa; entiendo que la experiencia nocturna vivida hace menos de 12 horas ha dejado una impronta morbosa en mis compañeros, y en el ambiente vislumbro ánimos de alargar infinitamente la jornada para volver a llegar de noche, de nuevo..., concluyo que existen diferentes puntos de vista sobre el concepto "tiempo".
Abandonamos Fontiveros, para adentramos en la quietud de los caminos de tierra, tramos que ascienden y descienden para disfrute de la manada de forma más o menos agrupada, para terminar en una bajada espectacular que desemboca en el pueblo de Cardeñosa, donde damos buena cuenta de un "frugal" tentempie en el audaz Bar llamado "Paloma" en la calle Paloma, consistente en bocadillos de pollo con ensalada regados con cerveza. Al partir, el tabernero nos avisa de la dureza del puerto que hay a la salida del pueblo...., evidentemente no se nos ocurrió ni valorarlo..., por qué no tuvimos en cuenta la sabiduría popular???
Así pues, los estómagos llenos, y los bidones repletos de agua, encaramos la subida al puerto del "El Herradon", avanzando por un camino paralelo a la carretera, de la mano de Berni, al cual desoímos a las primeras de cambio, pensando que solo son 7km, y lanzandonos a subir por esa senda que al principio parecio idílica, después se volvio intransitable por las piedras, y termino convirtiéndose en infernal. Berni, Estevez, Víctor, Javier y Rodríguez suben con falta de aire pero sin dar muestra de ello (un Cantibiker jamás se asfixia), en algunos tramos hasta empujando la bici por prescripción mecánica (un Cantibiker nunca se baja porque el camino sea complicado) y momentos de pánico controlado (si un Cantibiker ríe sin motivo, no es por miedo, es por crear buen ambiente)... Más tarde, avistamos a Juan Carlos, que debió subir solo todo el tramo, y los últimos Nacho, El Presi y mimo, (Presi: sabemos que lo viste).
Mientras esperamos a los últimos en la cima, la preocupación se incrementa al ver el rostro de Juan Carlos, rayando la sobredosis de geles, encharcandose a base de litros y litros de agua..., esa mirada perdida.... Ese membrillo...
Una vez reagrupados y recuperados, nos lanzamos hacia la siguiente meta volante, Ávila, la cual volvió a perder Berni por escasos centímetros. Parada para comer y preparar la entrada triunfal a la ciudad amurallada, gracias a nuestro inestimable mecenas que nos agasajo con un recibimiento acorde a nuestra categoría, al estilo "Tour de Francia", con su podio y su espectacular rubia, obsequiando a nuestro ilustrísimo presidente con la tradicional banda conmemorativa. Solo falto la sesión de regadío de Moet Chandon para regular la temperatura de la manada, disparada por la sugerente puesta en escena....
Una vez finalizada la sesión de "photocall" de rigor, pusimos rumbo a Cardeñosa, donde fuimos testigos de una situación paranormal, que marcaría nuestras vidas y que seguramente jamás volveríamos a presenciar (o si): Berni pincho... Momento en el que Nacho, sin fundamento ni preparación conocidos, asume las riendas de su destino y trata de continuar la marcha el solo, con la única compañía de su GPS, hasta que se siente vencido por las flechas de aquel aparato diabólico que se empeña en enviarle señales contradictorias, cuál "triángulo de Las Bermudas", y se pierde a los 25 m de dejarnos. Afortunadamente Juan Carlos, sin el apoyo de tecnología alguna y simplemente echando un vistazo, le recupera cuando ya estaba entrando en "fase pánico", devolviéndole a la manada sano y salvo.
En la entrada a El Oso, nos vuelven a recibir con otro escenario, y a pesar de la obsesion de Rodríguez por el mundo de la farándula, la manada redujo a cenizas sus deseos de pisar esas tablas y dar rienda suelta al espíritu artístico que le corroe por dentro, decidiendo continuar la ruta hasta Papatrigos, donde hacemos una última e incongruente parada de avituallamiento en el Bar La Plaza (Presidente, sic), dando pie a que nos alcanzase innecesariamente la noche y revivir los terrores nocturnos.
Así que cuando el sol se está ocultando, decidimos partir, no sin antes tener que arrancar a Nacho de las garras de aquella cerveza con pincho de chorizo, bajo en calorías, que le tenía inmerso en un estado de hipnosis profunda. El último tramo transcurre por una pista muy "agradable" para nuestras amortiguaciones (y para las de nuestra bicis también), momento en que "las folclóricas", ante el miedo a la oscuridad, deciden saltarle a Estevez los empastes (Estevez, es por tu interés profesional) con un sprint especial de 8 km a 36 km/hora, mientras el resto de la manada los hace disfrutando de sus luces, a ritmo de "Verano azul".
Una vez en destino, Fontiveros, buscamos nuestro modesto alojamiento, que nos sorprende con todo un despliegue de "lujo asiático", con camas "king size" y duchas dignas de spa 5 estrellas, de las que damos buena cuenta antes de ir a cenar al mesón María José, donde fuimos testigos de una situación paranormal, que marcaría nuestras vidas y que seguramente jamás volveríamos a presenciar (o si) (juraría que esto ya lo había vivido): Berni casi se come un torrezno, es más, incluso lo tuvo en sus dedos..., afortunadamente solo fue un segundo debilidad y pronto recuperó la cordura, encauzándose a su tradicional sustento: la ensalada.
Para terminar la durísima jornada, y a modo de sesión de estiramiento (estirar es de chicas, dependiendo de lo que nos espere al final) paseamos hasta el hotel para tomar un licor digestivo que metabolice las calorías previamente ingeridas (que no por vicio), momento en el que él Presi hace alarde de su flexibilidad cervical, deleitándonos con un escorzo de cuello, dificultad nivel 10, ejecutado a la perfección, que le podría haber reportado, como mínimo, diploma olímpico.
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