A GUDIÑA - OURENSE (92 KMS – 1550 MTS. DESNIVEL).
8:30: El cabo Rodríguez, en eterna imaginaria, nos toca, en otras cosas, diana para que auxiliemos a un extraño
trío que a la postre nos acompañaría, a modo fantasma, durante las siguientes
etapas, proporcionándoles apoyo logístico, es decir: un par de parches.
8:35: El cabo Rodríguez vuelve a tocar diana, esta vez sobre la oreja de Nacho, arrancándole de los brazos de Morfeo.
"Esto no está incluido, tenéis que pagarlo aparte" es de nuevo la respuesta al solicitar el desayuno, por lo que, tirando la toalla, decidimos abandonar el hostal en busca de otro establecimiento donde nos recibieran con diferente monserga..., es durante este trayecto cuando apreciamos que el día se despertaba frío y ventoso, obligándonos a rescatar de las alforjas, las rebequitas de ganchillo.
Una vez desayunados, arrancamos la jornada afrontando una sucesión de repechos que nos traslada lentamente a las tierras altas del Mar del Norte, haciéndonos sentirnos cual guerreros escoceses, liderados por Juanqui Wallace y rodeados de idílicos paisajes, lagos donde en cualquier momento podríamos haber avistado a Nessie, e infinitas y verdes praderas vislumbradas a través de inmensos mantos de nubes, de los que dimos buena cuenta fotográfica. Un entorno sobrecogedor cuya magia se esfumó gracias a nuestro estimado Berni (alias "novio en la boda/muerto en el entierro"), reclamando su dosis diaria de atención con una "presunta" pérdida del tornillo de una de sus calas...
Y como todo lo que sube, queramos o no, baja, comenzamos el descenso por una senda intransitable, repleta de piedras sueltas de pizarra en la que Javi y Estevez hicieron alarde de su experiencia y profesionalidad en la modalidad "descenso con pánico". Y hablando de profesionalidad, la que demostro la pareja más dandy del "terruño" compuesta por Sir Víctor y Sir Rodríguez (sin desmerecer, Berni) pinchando al unísono, optimizando la cuota de tiempo destinada a averías.
Antes de encarar el puerto más complicado de la jornada, cumplimos el ritual de redesayuno en Laza, para esta ocasión elegimos un establecimiento más propio de la Andalucía profunda, atendiendo al salero de sus regentes, y ya que hablamos de andaluces, al retomar el camino y comenzar a subir el puerto de Soutelo Verde nos encontramos con el grupo del sur, cuyo infante nos "tira el guante", poniendose a la rueda de Berni (¡ese afán protagonista!) que al descubrir su sombra huye despavorido dejándole con la palabra en la boca. El "orgullo Cantibiker" está herido de muerte, y se desatan los instintos más primarios, como los de Javi, que después de arrancarle los ojos al chaval, intentó ser su perro lazarillo. El estado del aguerrido infante quedó tan mermado, que una vez coronado el puerto, utilizó el tiempo de espera a sus acompañantes, para girar compulsivamente sobre su propio eje, cuál patinadora sobre hielo, jugándose una medalla de oro.
Para variar, y siguiendo la buena constumbre Cantibiker, nos dispusimos a localizar ubicación para el avituallamiento. Como Judas a Jesus, tres veces nos negaron, hasta que una buena samaritana se apiadó de nuestro principio de inanición, aún estando en capilla, a apenas 24 horas del enlace de su retoña, y nos agasajo con un banquete inolvidable a base de huevos, morcilla y tomate, exquisito, al igual que su atención.
Retomamos ruta, y un par de horas después llegamos a Orense, con destino a boxes para una sesión de "restauraciones varias".., que si me cambio de neumáticos, que si me miras los frenos..., un lavado de cara de nuestras monturas para recibir con algarabia a nuestros añorados Presi y Curro, con quien compartiremos el resto del Camino hasta nuestro santo destino, Santiago.
8:35: El cabo Rodríguez vuelve a tocar diana, esta vez sobre la oreja de Nacho, arrancándole de los brazos de Morfeo.
"Esto no está incluido, tenéis que pagarlo aparte" es de nuevo la respuesta al solicitar el desayuno, por lo que, tirando la toalla, decidimos abandonar el hostal en busca de otro establecimiento donde nos recibieran con diferente monserga..., es durante este trayecto cuando apreciamos que el día se despertaba frío y ventoso, obligándonos a rescatar de las alforjas, las rebequitas de ganchillo.
Una vez desayunados, arrancamos la jornada afrontando una sucesión de repechos que nos traslada lentamente a las tierras altas del Mar del Norte, haciéndonos sentirnos cual guerreros escoceses, liderados por Juanqui Wallace y rodeados de idílicos paisajes, lagos donde en cualquier momento podríamos haber avistado a Nessie, e infinitas y verdes praderas vislumbradas a través de inmensos mantos de nubes, de los que dimos buena cuenta fotográfica. Un entorno sobrecogedor cuya magia se esfumó gracias a nuestro estimado Berni (alias "novio en la boda/muerto en el entierro"), reclamando su dosis diaria de atención con una "presunta" pérdida del tornillo de una de sus calas...
Y como todo lo que sube, queramos o no, baja, comenzamos el descenso por una senda intransitable, repleta de piedras sueltas de pizarra en la que Javi y Estevez hicieron alarde de su experiencia y profesionalidad en la modalidad "descenso con pánico". Y hablando de profesionalidad, la que demostro la pareja más dandy del "terruño" compuesta por Sir Víctor y Sir Rodríguez (sin desmerecer, Berni) pinchando al unísono, optimizando la cuota de tiempo destinada a averías.
Antes de encarar el puerto más complicado de la jornada, cumplimos el ritual de redesayuno en Laza, para esta ocasión elegimos un establecimiento más propio de la Andalucía profunda, atendiendo al salero de sus regentes, y ya que hablamos de andaluces, al retomar el camino y comenzar a subir el puerto de Soutelo Verde nos encontramos con el grupo del sur, cuyo infante nos "tira el guante", poniendose a la rueda de Berni (¡ese afán protagonista!) que al descubrir su sombra huye despavorido dejándole con la palabra en la boca. El "orgullo Cantibiker" está herido de muerte, y se desatan los instintos más primarios, como los de Javi, que después de arrancarle los ojos al chaval, intentó ser su perro lazarillo. El estado del aguerrido infante quedó tan mermado, que una vez coronado el puerto, utilizó el tiempo de espera a sus acompañantes, para girar compulsivamente sobre su propio eje, cuál patinadora sobre hielo, jugándose una medalla de oro.
Para variar, y siguiendo la buena constumbre Cantibiker, nos dispusimos a localizar ubicación para el avituallamiento. Como Judas a Jesus, tres veces nos negaron, hasta que una buena samaritana se apiadó de nuestro principio de inanición, aún estando en capilla, a apenas 24 horas del enlace de su retoña, y nos agasajo con un banquete inolvidable a base de huevos, morcilla y tomate, exquisito, al igual que su atención.
Retomamos ruta, y un par de horas después llegamos a Orense, con destino a boxes para una sesión de "restauraciones varias".., que si me cambio de neumáticos, que si me miras los frenos..., un lavado de cara de nuestras monturas para recibir con algarabia a nuestros añorados Presi y Curro, con quien compartiremos el resto del Camino hasta nuestro santo destino, Santiago.
“El último que llegue tonto”